Senza preamboli. Mierda sería la palabra perfecta si tocara definir
aquello que cualquier cosa, circunstancia, persona o hecho fuera lo indicado.
Incluso usted, piltrafa (más concretamente, mierda).
Ser que malgasta su
insignificante y vulgar tiempo en la lectura de mierdas que aun adoptando el
mismo adjetivo que su persona, superan con creces, en aroma, gusto y calidad la
bazofia de la que pueda, con muchísimo orgullo, presumir.
Insatisfecho aún de asediar sus probablemente minúsculas
ganas de continuar la lectura de estas líneas ya clasificadas en la categoría “mierda”,
le insto a continuar haciéndolo pues lo que viene a continuación tiene
desperdicio, pues en este caso, la negación me sabe a mierda.
Intentando disipar los instintos más agresivos y primitivos
de quien escribe, gusta trazar estas líneas haciendo ver cómo él muere de asco,
padece de náuseas y vómitos sólo de pensar que lo que le rodea existe. Que como
tal, es una mierda.
Es mierda, ergo existe.
Cierto es que a medida que las letras van sucediéndose, el gusto
a mierda y odio de las palabras que éstas forman empieza a desaguarse a través
de los dedos de un servidor. Quien sin más ánimo que el de entretenerse, dedica
su valioso tiempo a librarse de la hedionda substancia que ronda sus entrañas. Valiéndose,
cómo no, de la palabra. Ésta que en los tiempos que corren, esencia de mierda. En
el pretérito, manjar de las mentes. Tanto propia de aquellas que masturban su
anhelo de conocimiento con hojas de sapiencia como cuales depositan las heces
de su inquina en amarga sátira.
Éste literato, mente insana, prefiere con creces defecar
sobre la presente oda. A la mierda. A la mierda la oda, quizá simplemente “Oda
a la mierda”. Nunca sabrán, qué más da.
Gracias, Cela.
Nota del autor:
Estimado lector, si, aún, tras haber puesto en conocimiento
el hecho de que estaba usted perdiendo el tiempo al leer este vacío mensaje ha
decidido continuar y en algún momento ha llegado a percibir ese detalle o a
sentirse ofendido, está usted en lo correcto. Ésta Oda a la mierda, es también,
una mierda. Si no le gusta, siento reincidir en que está perdiendo el tiempo,
que aunque no es, para mí, valioso, quizá usted pueda hacer algo de provecho
con él, aunque dudo que algo más provechoso que ésta lectura pueda, tan
siquiera, existir.
No me llame narcisista, llámeme guapo.
D. Pérez.
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