martes, 8 de abril de 2014

Arpa Eólica - Aeolian Harp

Como todo buen concierto, el blog que ahora mismo está leyendo no empezará con una presentación. Pues él mismo se irá describiendo a medida de que usted, apreciado pero anónimo lector, vaya barriendo las presentes palabras con su crítica o simplemente curiosa mirada, la cual intentaré, aunque sólo sea por unas líneas, desviar de las habituales lecturas hacia parajes que abarquen desde lo bizarro a lo aséptico transcurriendo algunas de las sendas por las ciudades del cine y la música.

El mar de hielo, Friedrich
Es por ello, que sin más dilación nuestro participante de hoy se presenta, nada más ni nada menos, que como "Arpa eólica". Que al margen de ser también un horrible invento al cual espero no dedicar una entrada, tiene la capacidad de invadir nuestro estado de ánimo. ¿Cómo lo hace?, bien sencillo, la primera pincelada de este cuadro de aromas musicales será su tonalidad. Aunque de nada sirve pensar en La Bemol Mayor o siquiera mencionarlo cuando muchos de vosotros, si es que sois más de uno, no conoce el sabor de este desolador juego de notas.

En vista de la dificultad de expresar la desolación verbalmente, he querido ilustrar este documento con dos obras de Caspar David Friedrich que quizá sean las que más se aproximen a la sensación que puede propagar Chopin a través del alma de quien decida reproducir la obra que más adelante se pone a vuestra disposición.

Cementerio de un monasterio bajo la nieve, Friedrich
Una vez comparamos ambas obras, podremos empezar a apreciar los matices de los colores en la música, con ello podemos trasladar estos dos escenarios a una composición única que sólo da lugar a la más profunda materialización de la soledad, lo que no es más que un sentimiento con posibles pinceladas románticas pues, no olvidemos, viene de la mano de Chopin.

La ya bien citada obra comienza con un Mi Bemol que rápidamente nos coloca en disposición de subir a la montaña rusa de arpegios sobre la cual viajaremos hasta casi el fin de la sopa de notas.
Tras el estallido de esta primera percusión y con un breve crescendo surge de los abismos una sucesión de arpegios que dibujan el fondo de la obra como los fríos tonos que bañan los cielos de las dos ilustraciones que acompañan a esta entrada. Sin que este vaivén de matices termine de acariciarnos de la forma más dulce jamás vista en la música, un sinfín de notas simples, melódicas, armoniosas y agudas van clavándose como agujas en nuestros oídos, no dejándonos así caer en el perpetuum mobile que evoca el recientemente mencionado colchón armónico.

No cabe duda de que es un recurso muy utilizado a lo largo de toda la historia de la música, por no decir la base de la misma, pero me gustaría invitar al lector, a fin de finalizar este primer ensayo, a escuchar atentamente la obra, no prestando especial atención a la misma, sino dejándose llevar por el mar de sensaciones que le aseguro, le producirá. Es probable que difieran de las sensaciones que aquí he intentado materializar, pero es ese hecho el que da nombre a este blog, y como tal, espero que la inarmonía entre usted y yo pueda valer de vehículo hacia el enriquecimiento personal usando el mejor combustible que actualmente puedo ofrecerle, la música.

También quiero añadir que en ningún punto trataré de ser técnico, pues en ese aspecto, aún al margen de mis limitaciones, puede que llegara a convertir esto en algo incromprensible y de ninguna forma es mi intención convertir un espacio dedicado a las artes en una pizarra ensuciada con ecuaciones.

Así pues, finalizo presentándole a nuestra compañera de hoy, Aeolian Harp, Chopin, 12 Etudes Op.25 No.1 en distintas variantes sin ningún tipo de orden de preferencia.