La diferencia entre redactar una entrada con un procesador de textos cualquiera o hacerlo desde aquí, desde Blogger, empieza a ser perceptible. Si MS Word tuviera botones naranjas sobre los que descansar la vista cuando el cursor lleva demasiado tiempo parpadeando sobre el mismo punto todos mis documentos serían distintos. Me sabe un poco a ajedrez, hace años necesitaba mirar el tablero y trazar líneas imaginarias entre mis piezas y las de mi adversario con el fin de desarrollar una estrategia muy, muy gráfica. Últimamente utilizo el tablero para descansar la mirada, su simpleza me evoca la gran complejidad que esconde detrás. Tampoco clavaría la mirada en mi adversario, pues lo considero un gesto de mal gusto, disfruto más pensando en cómo clavar sus piezas y desarrollarme de forma virulenta a través de los sesenta y cuatro escaques en contra de la resistencia que puedan ofrecerme.
Es sábado y he bajado en pijama a por café, dudo que nadie lo haya notado. Si hay algo tan poco elegante como el pijama es el vaso de usar y tirar del café para llevar. Generalmente no soy tan detallista, pero no me ha costado demasiado esfuerzo volcar el contenido sobre una taza del Ikea. Sigue siendo el mismo café de antes, sabe exactamente igual (salvo para vosotros, puntillosos que consideráis que una taza con Fanta de ayer adultera mínimamente el sabor de un tosco, amargo y quemado café).
En cualquier caso, Eurotruck Simulator 2 es un gran juego (sí, Puntillosos, también os dedico pequeños espacios a lo largo de mi entrada, ya sé que es un simulador y no un juego, discúlpenme). Me encanta meter horas a ese maldito juego, es probablemente uno de los más absurdos que pululan por mis discos duros y sin embargo, tomó asiento en la beta de su primera versión y desde entonces es mi retrete sentimental favorito. Funciona de forma muy simple, pues no requiere una gran habilidad (sí, aparcar tiene su magia, pero ya lo he metido tantas veces que me resulta familiar. El semiremolque en el estacionamiento, claro está.) Si sigo por aquí me enveneno y empiezo con los tecnicismos, lo cual sería un error. Abrí este blog con la intención de enmascarar cuestiones significativas bajo contenidos triviales que pudieran entretener tanto a aquellos lectores parásitos como a quienes se dedican a leer entre líneas. Como iba contando, generalmente no tengo ganas de escribir lo que pienso (ni de pensar en lo que he escrito, lo siento por vosotros), es en estas ocasiones cuando doblecliqueo (ñeh, demasiado neolingüista) el icono del camión, del sifón de la mente. Me entretiene sobremanera distraerme con algo que me permita centrar toda mi actividad cerebral en una única cuestión, pues esta acaba automatizándose y, tras un buen rato de kilómetros de malla, píxel y Spotify todo se convierte en un recuerdo ya masticado. Vuelvo a reducir la probabilidad de lluvia de 99% a 1% y minutos después me veo conduciendo en dirección contraria con los limpiaparabrisas todavía en marcha. Ups.
No quiero despedir esta entrada sin mencionar el detalle de los adelantamientos en Eurotruck. Sí, quité el límite de 90 kilómetros a la hora porque me resultaba aburrido hacer las cosas bien. A mí manera me gustan más, como a Frank. Es más arriesgado, las rectas se hacen mucho más amenas (ahora Orange) desde el Renault Mágnum (hasta el nombre me gusta). Cuando las rectas dejan de serlo y tengo que abandonar el confort que me brinda la autopista la conducción requiere de mayor atención, tacto y skill. Sobre todo cuando me veo obligado a conducir en una carretera inflada a curvas y de un carril por sentido, generalmente separados por una línea continua que sigue el contorno de la carretera durante varias horas. ¿Por qué no adelantar? He venido a jugar y si he quitado el límite es porque no me apetece esperar. Freno, cruzo los dedos, empiezo a acelerar a fondo y me acerco a mi precedente hasta poder leer su matrícula en el reflejo de la mía, entonces giro brúscamente hacia el carril opuesto y trato de adelantar mis 20 metros de camión sobre su posición para colocarme delante y seguir mi camino. A veces hay más de uno, otras menos de 20 metros. La tensión siempre es palpable, ¿si algo sale mal? ¿Si aparece un coche delante y vuelco? Es una tensión agradable y extrañamente familiar, al fin y al cabo, si condujera a 90 km/h en una carretera recta no tendría una historia que contaros.
Ahora voy a conectar el mando, salir del taller y conducir mi camión recién parcheado hasta que el indicador de daño supere de nuevo el 70% y toque empezar otro ciclo.
Como la vida misma, pero con asistencia en ruta. |
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