[…]
- Es bonito,
está bien. Me parece muy correcto.
Deposita un puñado de hojas sobre
la mesa.
- Gracias.
- De todas
formas, esto es sin lugar a dudas una gran mierda. Nos conocemos bien, sabes
que sería perfectamente capaz de saber que todas estas palabras son tuyas y que
sin embargo ninguna te pertenece. Eres cuidadoso, incluso para esto, has
utilizado deliberadamente el sinónimo adecuado de cada uno de los términos para
no exponerte más de la cuenta. Hablas mucho y no dices nada.
- Nunca te
ha faltado razón y no será hoy el día en el que eso cambie, aun así no nos
hemos reunido para divagar sobre la raíz de mis errores. Dime, ¿qué opciones
tengo?
Como siempre, e4 – e5, Cf3 – Cc6.
- ¿Alguna
vez te has parado a pensar por qué nunca jugamos con reloj?
- Me resulta
innecesario, a ambos nos sobra el tiempo. El propio elemento, su existencia,
distracción.
- Eso no
responde a mi pregunta, pero no te preocupes, era premeditada. Tan solo te he
preguntado si alguna vez te habías parado a pensar en ello. ¿Lo habías hecho?
- Hasta hace
dos minutos, nunca.
- Ahí tienes
tu respuesta. Sabes cosas en las que nunca piensas, al igual que piensas en
muchas cosas que no sabes. Nunca me has dicho “qué bien me lo he pasado esta
tarde” y sin embargo me permito deducirlo, pues hablarlo contigo me resulta
innecesario. Como el reloj.
- ¿Me estás
pidiendo que lo tire a la basura?
- Eso es.
Ahora bien, ¿alguna vez te has parado a pensar en el significado de un abrazo?
¿Te verías capaz de sintetizar estos veinte párrafos en un gesto tan simple?
- Sí y no,
respectivamente.
- A veces me pregunto cómo no puedo ganar a
alguien tan inútil como tú. Siento no poder darte una respuesta, no obstante seguiré
ayudándote a encontrarla.
- Eres un
genio. Gracias.
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