Si bien esto es aplicable a todo aquello que ya conocemos, ¿qué pasa con todo lo demás? O sea, lo que no conocemos o acabamos de.
Nada. Nada pasa. No pasa nada. También es aplicable, obviamente en forma de prejuicio normalmente injustificado. Es aquí cuando la cosa se complica, ¿bajo qué criterio se asigna un atributo injustificado? En efecto, ninguno. Quizá la experiencia. Por lo tanto, volvemos al inicio. Hay tres formas de enfrentarse a "lo desconocido".
1. Lógica. No lo conozco, luego mantengo una postura neutral al respecto.
2. Estúpida. Si bien, además de estúpida, puede ser optimista (hago valer la redundancia). No lo conozco, pero me gustará hasta que se demuestre lo contrario.
3. My Way. La que es buena. No lo conozco y por lo tanto, no me gusta. Pero eh, no me gusta absolutamente nada. Sin embargo, me considero un tipo abierto de mente, aunque no me guste es algo que no conozco y quiero corroborar que estoy en lo cierto, que es una puta mierda. Por estadística puedo afirmar que normalmente estoy en lo correcto. Es por eso que, si hablamos en porcentajes, no me gusta casi nada. También es cierto que esto último no me impide cambiar de opinión, algo que en principio es malo puede demostrar ser lo contrario en base a hechos, lo cual es, generalmente simple. Si algo es realmente bueno, podrá demostrar sobradamente que lo es, si no, seguirá en esta tercera categoría hasta que suceda lo contrario.
Lo mismo ocurre con la gente, por defecto, según conozco a alguien, no me gusta nada. Si este alguien hace ver que tiene dos buenas berzas, bien gordas y potentes dedos de frente y un criterio mínimo, ya se ha ganado un escalón neutral, pero hasta entonces, sigue siendo una personalidad que, en principio, está mejor fuera que dentro de mi vida.
Vaya. Casi lo olvido, también hay casos en los que ciertas personas pasan a la categoría de cosas que me gustan. Pero es una cantidad tan insignificante que no merece la pena mencionarlo por aquí.
Pasen buen día y disfruten del escepticismo.