sábado, 25 de abril de 2015

Easter Eggs

Cuando me disponía a escribir esta entrada tenía ganas. Obviamente, de escribir, o quizá de escuchar el traqueteo del teclado. Sí, puesto que no tiene nombre me he tomado la licencia de bautizarlo de esta forma, a fin de cuentas resulta complicado existir sin una identidad. ¿Nunca os habéis preguntado cuándo la música pasó de catalogarse por números a hacerlo bajo nombres?

Es curioso cómo una crítica escrita de mala gana sobre Euskaltel tiene más del doble de visitas que cualquier otra entrada del blog. Llevaba unas semanas con un "Escribir oda iPhone" pendiente en mi to-do list, pensaba hacerlo en esta misma entrada pero por interferencias masónico-espaciales o por el mismo legado de Bécquer no lo haré. Dada la imposibilidad (o desgana Googlística) de colocar un superíndice con un [1] sobre Béquer y definirlo a pie de página, cito: "Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor, duda. Cuando te lo dé a conocer en prosa y, mala, cree". Así, pues, queda descartada la opción de materializar mi profundo agradecimiento a dicho dispositivo a través de una bonita secuencia de caracteres.

Qué le voy a hacer si las baterías no son eternas. Tras innumerables ciclos de carga, el advenimiento de lo ineludible, un compañero de vida más en el cajón de los recuerdos. Con una vida dividida en momentos de los que formó parte, muchos de ellos aún los recuerdo, otros descansan sobre discos duros. Un insignificante bloque de apenas doce centímetros siendo cómplice inconsciente de momentos irrepetibles desde un bolsillo, un banco, una mesa o vomitando música en forma de bits hasta el punto en el que meter la mano entre tu pelo dejase de parecer un mero gesto de cortesía por parte de un desconocido. Fueron paseos, noches sin dormir, conversaciones que marcaron mi vida, ser de alguien lo que nunca nadie ha sido y una llamada tuya que su lamentable estado no me permitió contestar.

Como todo lo que conocemos, él formó parte del Big Bang, en algún momento hace cientos de millones de años él estuvo conmigo. Como tú también lo hiciste. Viejo amigo, descansa en paz.


Crepúsculo en alguna estación de carretera francesa. 20:57
(Latitud 46º 42; 8.89, Longitud 0º 22; 18.87, Elevación 81m)

domingo, 5 de abril de 2015

La Vajilla Cara

No me gusta el álbum Passions de George Skaroulis, forma parte de esa característica categoría de música plana que sólo sirve para enmascarar el ruido de ventilación de los ordenadores. Sin embargo, no distrae. Reconozco escucharlo asiduamente.

Vajilla de mierda, no sabía con qué ilustrar el post.

La vajilla cara, la ropa de los domingos, las joyas para eventos, el Virus Jarvis y un sinfín de peculiares elementos con un denominador común. Se usan poco, y cuanto menos mejor. Quizá porque no seamos capaces de cuantificar con la debida fidelidad la magnitud del evento que podría requerir su empleo. Habría que estar loco para someter al desgaste diario ese Rólex que duerme en la caja original en la que acabó tras su único uso en una boda hace ya varias décadas, ¿pero ponérselo de vez en cuando?

La mayoría de objetos de estas características no son perecederos, quizá su esencia nos haga pensar que nosotros tampoco lo somos, que tenemos tiempo suficiente como para poder hacer uso de los mismos.
Otros, mis favoritos, pueden ser usados durante un período de tiempo limitado. Soy consciente de que el Virus Jarvis es un ítem inherente a mi inventario y que morirá con él, me he planteado usarlo alguna vez pero nunca he estado seguro de que fuera adecuado.

Afortunadamente aún estoy a tiempo de lanzar el Virus a un portal o de desayunar un trozo de pizza de la cena en un plato de porcelana grabada.




Ese puto día en el que de una jodida vez tienes la certeza de que todo ha terminado. [...]
Recapitulas y separas los recuerdos en cosas que hiciste bien, cosas que hiciste mal y cosas que quisiste hacer y no hiciste. Podrás felicitarte por aquellas que estuvieron bien y de las que disfrutaste, quizá recordar con cierta amargura aquello que salió mal. Contrariamente, todo lo que quedó pendiente nunca será tangible, nunca podrá recordarse. Nunca habrá existido y ya es demasiado tarde para que lo haga.


Podría cerrar esta entrada con conclusiones al respecto, una cita de Kafka que tenía en mente y quizá un par de preguntas que pueden dar pie a algún tipo de reflexión. Búsquense la vida, intuyo que pueden formulárselas ustedes mismos.