Aquella tarde me preguntaste
por qué no me dejaba amar, llegó la noche y no dormí.
Me era
imposible dejar de pensar en qué me había distraído de la vida hasta tal punto.
Puede que aquella noche encontrara la respuesta, nadie lo sabe.
Sin
embargo, estuve seguro de algo, el miedo era palpable. ¿Quién soy yo para
obviar algo tan simple?, obviar aquello que existe para protegerme sería
irracional, o al menos lo debió ser hasta entonces.
Amaneció,
las nubes formaban un gran techo gris y una ligera lluvia acompañaba aquella
escena. Sentí ese extraño vacío, de haber tocado suelo milímetros antes de
llegar a la cima. Sorprendente, quizá eso fuera realmente la cima. Ser
consciente de lo infranqueable que es la realidad, esa que hace imposible tomar
dos caminos al mismo tiempo, la que decide el desenlace del resto de tu vida en
base a pequeñas decisiones.
¡Qué
injusto!, jugar. Jugarse al azar el destino, tratando de elegir lo mejor
posible esa opción que marcará el futuro. Condicionarte, en cierta medida,
arriesgar. ¿Arriesgar a cambio de qué? Puede ser éste un interesante punto de
inflexión, en última instancia, a mayor beneficio, mayor riesgo, y un mayor
riesgo implica un miedo también mayor. Esto reduce las posibilidades de obtener
beneficio, pero también las de sufrir las consecuencias de un error.
El
papel de la experiencia, el de haber aprendido qué riesgos merece la pena
asumir y qué otros no. O mejor dicho, qué riesgos sería una locura asumir. Dime,
¿no es de por si una locura frenarse a obtener algo que se desea? "No,
claro, es algo racional, un criterio seguido por toda la sociedad, tan solo
tienes una vida. Piensa, reflexiona, no te la juegues.". Vaya, aun así
seguiré creyendo que adaptarse a una sociedad enferma, no te convierte en
alguien sano. Sin embargo, siendo consciente del error que suponen las
decisiones tomadas, lo seguiré haciendo pues no hay nada tan, y tan poco racional
como el miedo. El miedo a dejarse amar. En conclusión, a amar y dejarse ser
amado.
-Lawr
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